Ya no cuela
A veces parece un juego, una apuesta de madrugada tras una fiesta interminable, inmersos en los vapores del alcohol: se trata de ver cuánto se puede contradecir lo obvio y que cuele.
Nada de hábiles manipulaciones, nada de sesgos y deformaciones ingeniosas que puedan disimularse en un torrente de palabras, como se esconde la hoja en un bosque, no: algo que cueste proclamar manteniendo la seriedad en el rostro, que cueste decir conteniendo la risa.
Va ganando el delegado del gobierno en Madrid, un fulano cuyo nombre tendrá la historia la piedad de olvidar, quien ha dicho que Bildu ha hecho más por España que «los patrioteros de pulsera».
Podemos coincidir con este lacayo en que los signos externos no siempre se corresponden con las disposiciones internas, que el hábito no hace al monje, aunque es más normal llevar como fondo de pantalla en el móvil a quien quieres que a quien aborreces, convendrán conmigo.
Ya es anómalo, por decir poco, que nuestros gobernantes muestren reacciones alérgicas diagnosticables frente al nombre y los símbolos de nuestra identidad, como si combinar el rojo con el amarillo fuera un crimen estético o la “ñ” se les atragantara. Son de la misma laya que cierta agrupación que, para presentarse a las elecciones autonómicas montó un partido llamado Más Madrid y, a la hora de escalar al ámbito nacional, se puso por nombre Más País, misterioso país, vaya usted a saber qué país, que es el nombre del que habitan de todo punto impronunciable sin una mueca de asco.
Pero la vileza descerebrada está en ningunear a quienes no se avergüenzan de España en lo externo y trivial, no ya consigo mismos, que huyen de toda asociación, sino directamente con una caterva que tanto la ha odiado y odia como para aplaudir el tiro en la nuca como argumento y la bomba lapa como enmienda a la totalidad.
Bildu no engaña, y no va a fingir de golpe que este mindundi tiene razón, cuando llevan décadas pintando al español como subhumano y despersonalizándolo hasta volarlo por los aires. Bildu no oculta su objetivo de destruir España, como no lo ocultan los separatistas catalanes, y el hecho de que el gobierno de España se sostenga con los que la odian ya es bastante enfermizo y alarmante.
Pero ese es el juego, decir y obligar a repetir lo que es no solo falso, sino evidentemente falso, como tener que tratar de “señorita” a un barbudo estibador que ha tenido la humorada de cambiar una letra en el registro, o justificar que arrasen nuestros campos para combatir el “cambio climático”, que en puridad es tan racional como combatir la ley de la gravedad.