El entierro de la Constitución, los 22 mediadores gubernamentales y la sombra de María Luisa de Parma
¿Será el próximo mediador algún exótico ciudadano de Tombuctú? Cualquier cosa. (“Canta oh diosa la cólera de Aquiles” que desaten contra este editorial los verificadores y los contratistas de los verificadores y los loadores de los verificadores). Sí; cualquier cosa, porque lo que empezó como tragedia terminará como mascarada: si a cada socio de Pedro Sánchez hay que ponerle un verificador, habrá que ir buscando otro para Yolanda Díaz, otro (claro) para Irene Montero, otro para Arnaldo Otegui, otro para los del BNG, además del de ERC, del de Junts, del de PNV y de todo el que le quiera sacar al presidente unos miles de millones o una autodeterminación, o las dos cosas. Al final Pedro Sánchez va a necesitar tantos mediadores como subsecretarios tiene su errático gobierno, veintidós.
La tragedia es que Sánchez no se ha tomado este país en serio y ha decidido sacrificarlo ante la comunidad internacional en un rincón de un paraíso fiscal (Suiza), y la farsa es que la figura del mediador acabará devorándose a sí misma, por pura sobredosis y yuxtaposición de mediadores que acudirán solícitos al banquete político de las mesas de negociación.
La otra farsa, la mascarada de los tristes fastos, es que celebramos el día de la Constitución cuando realmente estamos en el entierro de la sardina y las máscaras de un carnaval que llevará a España a lo peor de su sí misma.
No vamos a desaparecer, claro que no; pero vamos a hacernos un daño que tardaremos muchos lustros (de los de cinco años, no de los de cincuenta como dice Urtasun) en superar todo esto.
Celebramos el día de la Constitución cuando la Constitución ha sido apuñalada por el Gobierno y va a ser enterrada por un Tribunal Constitucional plagado de sepultureros. El negocio –porque todo esto es un trágico negocio- de las funerarias, las pompas y las esquelas ya se ha puesto marcha. Conde Pumpido y los suyos pasarán a la historia como pasó María Luisa de Parma. No será el polvo del camino lo que arrastren bajo la negra toga sino la sombra del rincón más oscuro de la historia de España.
A la entrada del Tribunal Constitucional bien podrían colocar esta placa conmemorativa: “Aquí yace la Constitución española de 1978, liquidada por Pedro Sánchez y por Nos en una transacción de Ginebra”.