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He tenido una pesadilla

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He tenido una pesadilla

Lo último que necesitamos ahora es un George Floyd a la española, pero indudablemente toca. Hay que globalizarlo todo, y si toda solución se quiere global, los problemas también tienen que serlo. Por eso es necesario que en Mongolia se preocupen mucho muchísimo por la contaminación y que en África acaben con la discriminación de unos individuos no binarios que allá no existen.

En España no había hasta ayer un problema de racismo, pero hay que crearlo a toda prisa, para que tenga sentido ese monumento a George Floyd que hicieron en Extremadura, donde no tienen mayor preocupación que la violencia policial en Mineápolis.

La prensa deportiva se ha puesto muy campanuda en sus portadas con el súbito racismo, a cuenta de no sé qué insultos en Mestalla. En una época menos dominada por la histeria ideológica y la prisa globalizadora, insultos en la cancha vienen a ser tan noticiosos como un jugador corriendo por la banda. Digamos que poco. Pero a los periodistas deportivos les ha entrado un repentino furor antirracista que puede traernos más de un disgusto.

Uno puede entenderlo. Al fin, el comentarista deportivo es el comunicador más seguido en España, el que trata de un asunto que levanta extravagantes pasiones y da coartada a encendidos atavismos tribales. Y, sin embargo, en sus noches en vela más de un portadista de Marca o As se habrá preguntado si es para tanto la cosa, se habrá cuestionado la desproporción entre la profunda depresión y la elevada euforia que concita el fútbol y su esencia desnuda de juego. El partido emula la batalla, pero es una batalla cuya victoria no supone conquistar territorio o llevarse a los rivales encadenados como cautivos. El botín es el sueldo, pero no se extrae del enemigo, lo que le quita gracia.

Así que sospecho en ellos, los periodistas de la cosa, una secreta envidia de relevancia, de tratar de asuntos de mayor peso y hondura.Y ahora un tipo se pone farruco con un jugador afrodescendiente y los comunicadores ven el cielo abierto, la ocasión para desquitarse y quitarse de encima esa sospecha de levedad informativa. La falta de costumbre, ay, se les ha subido a la cabeza y les puede el ansia.

He leído en la primera de un diario deportivo que “no basta con no ser racista, hay que ser antirracista”, y me he echado a temblar. Durante años, lo mío ha sido la información internacional, y me estremezco contemplando hasta dónde ha llegado en Estados Unidos esta creencia de que no se es bastante antirracista siendo meramente no racista. Porque allí, en efecto, las dos cosas son muy distintas, y antirracista se ha convertido en partidario del racismo inverso, de la ocultación, de las preferencias y de una modalidad de masoquismo social que no puede hacer ningún bien a la civilización.

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Del ToroTv

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